jueves, 11 de febrero de 2016

reflexiones gratuitas #1



Nubosidad variable


Aquí en "reflexiones gratuitas", aportamos un apunte sobre el tiempo.

Ahora mismo, en mi tierra la meteorología es de orden variable.

Acabo de mirar por la ventana, método infalible para conocer el estado del tiempo. A veces llueve, a veces no.

Aquí en estas latitudes de Alicante, como que me importa poco. En realidad, tanto si llueve, como si no, la densidad de la lluvia es baja. Cuatro gotas y escampa, vamos.

En cuanto al clima me extraña que en Lepe todavía no hayan hecho un chiste acerca de la baja densidad de la lluvia.

A mí personalmente, como que me da igual. Cojo y me bajo. Me pregunto por si en Lepe, provincia de Huelva, está nevando. O cuáles son las condiciones de vida por allí.

Mis buenos deseos para los habitantes de esa hermosa tierra.

Por mí como que dejo ya de escribir tonterías en este blog y me planto. Un día de estos empezaré a hacer cosas serias. Pero no a corto plazo.

Mejor que voy a mi bola en este blog, y hablo de lo que se me ocurre. 

Pese a ello sí que me gustaría saber si va todo bien en otros lugares de nuestra hermosa Tierra.

Una vez más muestro mi agradecimiento a las estaciones que indican la nubosidad en otros lugares de nuestra geografía. Muchas gracias.

Parafraseando el refrán. En abril, lluvias mil. Yo diría mejor, Gracias mil.



miércoles, 10 de febrero de 2016

está bien

Búscate a ti mismo, por tus propios medios. No permitas que otros hagan tu camino por ti. Es tu senda, y sólo tuya. Otros pueden caminar contigo, pero nadie puede hacer tu camino (o caminar tu senda) por ti.





martes, 9 de febrero de 2016

coraje

Martes 9-02-2016
11:56 Horas.

Hace tiempo, Graciela Figueroa me dio una palabra.

Coraje.

Nunca la usé como mantra, pero ahora entiendo que ha de estar presente en mi vida.

Coraje.

El coraje de sentirme seguro, a salvo.

El coraje de sentirme protegido.

Coraje para salir a la calle y encontrarme con la gente, personas con las que me cruzo, y tener el coraje de no levantar barreras.

Coraje. Que viene de unir las palabras corazón y “pelaje”. Corazón para amar, y pelaje para ser quien soy. Sin nada que ocultar.

Coraje, en mi caso, es tener el valor de vivir.



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Posted by euronews on Viernes, 22 de enero de 2016

lunes, 8 de febrero de 2016

no soy feliz, todavía





Lunes 8-02-2016
20:57 Horas.

Siempre que pienso en lo que supone sanar una enfermedad me fijo en cómo trata el señor Enric Corbera a sus clientes. El hombre tiene los conceptos muy claros.

En cuanto al tema de tratar una enfermedad mental el hombre, directamente, no se mete. Dice que ahí si no hay un psiquiatra al lado, en la sala, como que no. 

     Dice que en caso de enfermedad mental lo mínimo que hay son incestos, violaciones entre familiares, suicidios, sangre o fuego. Lo peor.

Yo no sé si tirarme a mi hermana mayor fuera malo. O que mi madre me acosara sexualmente influyese mucho en mi enfermedad mental. 

No.

No ha habido ese tipo de cosas. 

       Aunque sí que puedo decir que mi vida degeneró mucho. 

      El límite al que llegué no voy a contarlo aquí, ya está contado donde compete. En todas las consultas de psiquiatras y psicólogos a las que he ido.

Cierto que he estado muy mal.

Pero aparte de incestos o tonterías de esas, yo diría que mi enfermedad no se produce por un hecho concreto. 

      Más bien recojo un discurso general de mi familia, que en mi vida hizo que yo degenerase hasta llevarme a un brote psicótico.

No vales. No sirves.

Mi madre no valía. Estuvo dos años sin concebir. Luego, soltó cinco retoños, que no son pocos.

Mi madre hizo lo que le enseñaron en su familia. Trabajar. 

        No es que nos dejara solos, pero dejarnos a los tres mayores solos en casa. Encima de la fábrica... yo debía tener menos de cuatro años porque mi hermano Miguel no había nacido aún. 

Entiendo que mi hermana mayor se agobiara. Con la edad que tuviese, veintidós escalones pueden parecer a una niña una distancia considerable.

No es que estuviéramos solos. Y yo no recuerdo mucho. Pero siempre había mucha gente en casa. Y no se nos decía qué debíamos hacer o decir. 

         Creo que era todo muy caótico. Incluso la hora de comer o si había comida o no, no estaba muy claro.

No creo que pasáramos hambre. Pero simplemente no se hablaba ni se preguntaba nada a nadie.

        Lo de ejercer de padres no iba mucho con ellos. Creo que se trataba de un problema de comunicación.

No tengo nada.


Creo que el discurso de mi familia se ha basado en el “no tengo nada”.

Mi padre “no tiene nada”. Nunca ha tenido nada. A su nombre. Lo decía con orgullo. 

          Siempre se pone medallas este hombre. 

           A día de hoy le cortan otra parte de su cuerpo, y es capaz de hacerse un homenaje y se pone otra medalla.

Mi padre ha estado, muy presente. Para llevarse la atención él. 

      Pero como padre “ lo ha dado todo”. Para decirlo y poder llevarse la atención. 

       El premio por haberlo dado todo.

No es de extrañar. Por parte de su familia han venido la mayoría de problemas. 

        Mi padre no ha tenido familia. Había mucha oscuridad ahí, yo la mamaba de niño. Peleas por dinero. Muchos celos entre hermanos (entre mi padre y mi tío).

Resulta que para mi padre, mi hermano mayor es tonto. Una persona que en los exámenes que se ha presentado ha sacado las mayores notas. A nivel provincial y nacional. Es tonto. 

          A lo mejor no ha sacado el título en la universidad, a falta de pocas asignaturas, pero ahí está.

Mi hermana, la mayor. La más inteligente. La matemática. Está en su casa esperando a ver que alguien le diga lo que tiene que hacer. Porque es tan inteligente que sola no sabe qué hacer. Está jodida.

Los dos pequeños. Unos figuras. Un biólogo y una química. Que se sacaron las carreras al tiempo que trabajaban. Esos son bastante sanos.

Y yo que estaba en medio de todo este lío de saber si se es válido o no. No tengo mucho que decir.

Desde el principio de mi vida sentí que no era válido. Que no podía relacionarme como quería.

Por fuera estaba fenomenal, poniendo buena cara. Pero los que me conocían, compañeros de colegio, como que sabían que yo era el raro de la clase. 

       Aún así he de decir que a pesar de las depresiones de mi infancia, todavía tuve algún amigo. Me esforzaba por estar a la altura.

Yo quería ser alguien, porque me sentía nada. Que no valía.

Que no tenía lo que debía tener.

Desde muy niño supe que no valía. Tal vez por eso me esforzaba en ser más. 

Tratar de ser más. Tratar de ser más en la familia. Un empollón que trataba de congraciarse con el resto de la clase.

A los dieciséis años tuve muy claro que no tendría pareja. Que no valía.

No tenía nada.


Ciertamente la excusa es esa.

La trinidad:

Salud-Dinero-Amor.

Si no tengo dinero, como que no puedo optar por tener amor.

        No valgo.

Cuando se da la oportunidad, mi subconsciente me dice que “no tengo nada”.

La típica frase familiar. “No tengo nada”.

Como no tengo nada, no consigo tener pareja. De algún modo los intentos se quedan en el aire. 

         Y ha habido "intentos". Pero creo que siento una hostilidad hacia las mujeres importante. 

Porque no valgo. Y hay que valer para tener pareja.

         Y para trabajar.

La salud no va muy lejos de todo esto.

Curiosamente, este verano empecé un curso de jardinería. Y empecé muy bien.

Al poco tiempo, mi padre tuvo una agradable charla padre hijo conmigo. De esas que no hemos tenido nunca en la vida.

Y va y me dice que yo no valgo para trabajar. Que para pintar cuadros que sí, pero que para trabajar, yo no.

Vale.

Al día siguiente yo estaba dando golpes con la azada con un cabreo importante.
Otro dato curioso. Al poco tiempo, salen unos análisis de sangre. Y como que salen fuera de lugar. Yo comento con el médico de cabecera que siempre estoy enfadado.

El médico de cabecera le da el toque al psiquiatra. 

Ahí se explican muchas cosas. Tenía mucha dosis de medicación. De ahí que sintiese tanto enfado.

De eso va. Tenía dificultad para hacer la compra, porque esperando en la cola me sentía hervir.

Me bajan la dosis. Y al día siguiente, ya puedo hacer la compra. 

       No es que sea un fiestas, pero el enfado entra dentro de unos límites razonables y por fin puedo acercarme al supermercado sin asustar a las cajeras.
Pero el daño ya está hecho. En el supermercado me tienen miedo. O están recelosos. Como que muy amigos no estamos.

El curso de jardinería no lo terminé, no por sentirme mal. Sino por los cabreos que cogía.

A ver quién le explica a mis compañeros de jardinería que la medicación no me ponía malito, que me ponía enfadadito.

¿A quién mato? ¿Al psiquiatra? ¿A mi padre?

El caso es que siento hostilidad hacia las mujeres, porque no siento que yo valgo tal como me gustaría. 

     Que no tengo, que no soy. 

        La excusa que oculta que siempre he sentido que no podía. Una mezcla antigua de miedo, enfado y rabia que ya me hizo enfermar.

No importa que yo haya sanado en parte. Sigo sin sentir que yo mismo me apruebe. 

       Y por lo tanto, el no tengo, valida la hostilidad que siento hacia la parte femenina. Que cada vez que se me acerca una mujer, como que no.

No me desmarco. Ni con mujeres ni con hombres. No me desmarco. No ocupo un lugar definido. Como si fuera cura.

         Sí, como si fuera un cura.

          Ni con hombres ni con mujeres. Un puto cura.

Pues hombre, feliz no soy.





         Durante mi enfermedad me he sentido, un poco como en el siguiente vídeo.

         Un hombre profundamente infeliz, cuyo mayor logro, es no aparecer. Ha sido toda la enfermedad como un teatro de sombras.

        No se trata de a quién rechazas, sino a quién le haces el vacío.

         Es como lanzar golpes al aire. El enemigo eres tú mismo.