miércoles, 16 de diciembre de 2015

batallar contra molinos ¿o son gigantes?









Jueves 17-12-2015
0:38 Horas.

Somos guerreros.
Guerreros que luchamos en mil batallas.

Todas ellas perdidas.

¿Por qué debemos ser felices?


Lo que me llama la atención del vídeo del programa de redes, es que el remedio, es la quietud.

De niños nos dijeron, salid y ser los mejores. Y teníamos que tratar de sobresalir en algo, para agradar a los padres. Ser más, para ser aprobado por los padres. 

O si no se podía hacer nada, se soñaba con algún día... yo seré... y ir acumulando un seré, seré, seré. Y ahora soy, mayor.

Y encuentro que la mayor conquista es encontrar el amor, porque la muerte es democrática. Es igual para todos. Y el temor a la muerte es, ante todo, temor a la vida. 

Así que de lo que se trata, es de perder ese miedo a la vida, para que el libro de nuestra vida no se deje el último capítulo mal acabado.

Los buenos deseos de nuestros padres.

Nuestros propios deseos, que son la herencia tanto genética como epigenética. Es como estar cumpliendo una serie de programas que no podemos hacer sino seguir.

¿Qué podemos hacer para ser felices?


Yo creo que un buen consejo es «abrir los ojos». Creo que es en el libro «La enfermedad como camino», aconseja que abramos los ojos.

Abrir los ojos, no es cambiar conductas. 

      Las conductas están prefijadas por los programas. Las conductas, a nivel macroscópico están determinadas por los programas inconscientes. No se pueden cambiar. 

        La maquinaria del reloj de Newton, es inamovible. Determinista, conductista.

Pero a otro nivel hay un destello de esperanza.

La posibilidad, la probabilidad.

Que a nivel subatómico introduzcamos el factor «atención», abrir los ojos. Poner atención.

La probabilidad de que se dé un cambio real, no se da en el subidón que se produce al luchar contra molinos. 

       La probabilidad de que podamos cambiar un programa, se da en la quietud.

Si el remedio es la quietud, resulta muy útil saber dirigir la atención a un solo objeto.


En el vídeo, ese preciso consejo, centrarse en un objeto de meditación, tal vez la respiración, me ha parecido lo más útil.

El mayor logro que se puede dar en la vida es ser feliz.
Nunca nos lo dijeron.
Y ahora han cambiado las preguntas del examen.









miércoles, 9 de diciembre de 2015

la muerte y la paranoia

Miércoles 9-12-2015
20:57 Horas.

Vale, ya está aquí la crisis de los cuarenta y cinco.


5 paranoias relacionadas con la muerte



La llamaría La Señora Oscura




# PARANOIA UNO


Corría el año 93, 1993. Es decir, el siglo pasado. Y yo estaba todo brotado, conduciendo por la carretera, en el tramo que va de Crevillente a Elche. Sí, yo no sé a dónde iría pero que muy bien no estaba también puedo decirlo.

La cosa es que iba conduciendo y miré y vi la larga cola que se extendía ante mí, todo coches en una larga fila hasta el horizonte. Y yo que me pregunto, y toda esta gente, ¿A dónde irá? El caso es que ni corto ni perezoso se me ocurre «Dónde van, no lo sé, pero que van a morirse ¡Seguro!» No hay que ser muy listo para darse cuenta que yo tenía razón.

Si bien, había un no se qué que qué sé yo, fuera de lugar. Es cierto que todos vamos a morir. Eso es incostestable. Pero el matiz viene cuando La Señora Oscura se guarda las cartas de no decirnos cuándo, ni dónde.

       Cabe la posibilidad de que me dé un yuyu dentro de veinte segundos. Posible es, pero seguramente no suceda.

Ahí la muerte juega al despiste. Esa es la gracia. Morirnos nos morimos, pero el turno que nos toca, no lo sabemos.




# PARANOIA DOS

Se me ocurre una anécdota. Algo muy tonto que me viene a la cabeza. De un chaval que está ahí haciendo la faena, perdiendo la virginidad. 

Ahí dale que te pego...

Y en pleno orgasmo se le oye decir: ¡Pues como me muera! ¡VAS A VER!

La ocurrencia es de lo más tonto. Aunque si vamos a morir, ¿Qué nos queda? Si acaso el haber amado, y no es del todo seguro. En fin.


# PARANOIA TRES


Esta es la buena. Este fin de semana que ha durado cuatro días, me lo he montado para organizar un retiro de aislamiento en mi piso. Ha sido fácil. Vivo sólo, y el móvil ha cooperado. El cabrón de mi móvil se reiniciaba cada dos por tres, hasta morir definitivamente.

Casualmente, de eso va.

Si bien, este aislamiento de cuatro días no se puede decir que lo haya sido estrictamente. Internet estaba ahí. El teléfono en alguna ocasión ha funcionado. Aunque ya desisto de intentarlo, no hay forma de reanimarlo.

El caso es que estos cuatro días, cuando estaba en el último día, va y me viene una idea.

Más que una idea ha sido una certeza.

Mi madre no me quiso.

Duro.

¿No? Pero es que mi madre tampoco es que se quiera mucho a sí misma. Y en su vida, lo que ha hecho es lo que mis abuelos la enseñaron a hacer. TRABAJAR. Y toda la vida ha hecho lo que le dijeron. Trabajar y poner la comida encima de la mesa.

Porque amorosa no ha sido. Al jubilarse a ha tenido más oportunidad de mostrarse amorosa. Pero de niños, yo no la sentía amorosa.

Claro. Está aquello de, «mi mamá no me quiere como yo quiero que mi madre me quiera». Joder, es que es difícil de decir. - Enric Corbera.

Pero está claro. La mujer hizo lo que supo y como supo, que ya es bastante. La interpretación que se le quiera dar ya depende de cada uno.

En todo caso estamos hablando de hace mucho tiempo, que las circunstancias cambian. Y que cada uno es cada uno. La vida nos lleva a cada uno por donde debe llevarnos. Y cada uno se comporta como se comporta, como cree que se tiene que comportar.


# PARANOIA CUATRO


Pensar en que me hago viejo. Y que no hay amor en mi vida. 

Cierto. No hay amor en mi vida.

Ya en mi primera juventud, casi en mi primera infancia, razoné que si encontraba el dinero, lo demás vendría seguido. 

Ese modo de pensar era muy común en aquel entonces. Es del tipo «voy a trabajar muy duro en la vida para tener mucho dinero, y entonces haré lo que quiera».

   Era el planteamiento que había entonces. Había que trabajar mucho. Y es cierto, no importaba que el trabajo te gustara o no. Se trataba de montarse en el dolar.

En aquella época el euro no existía, y el dolar era lo más alto. Eran tiempos de ir montados en el dolar, se escuchaban historias de dar el pelotazo. Nunca he sabido qué era eso, salvo que de repente alguien se hacía con mucho dinero.

No debía ser muy legal aquello.

Bueno, yo tenía mis limitaciones para relacionarme. Era también el empoyón, el raro de la clase. Y sí, opté por el dinero. Pensé que si conseguía el dinero todo vendría rodado. Que detrás de un «título» de ingeniero, el amor sucedería.

(La vida sucedió de modo bien distinto. Es lo que tiene la vida).

Si se piensa, eso era algo que se podía dar en aquellos tiempos.

Irónicamente he ido a parar a un lugar en que veo a jovenes que tienen varios de esos títulos, y se tienen que ir a Lisboa, o a ca Dios, a encontrar trabajo. Porque hay fuga de cerebros.

El título, el dinero, «La Fachada», no dan el amor.

Aunque sí que me gustaría tener el título universitario, de lo que fuese. Sucede ahora que no sabría qué estudiar, ni sería capaz de hacer el esfuerzo, ni tengo la motivación.

La fachada para mí me sigue gustando. Pero el esfuerzo para tenerla bien enlucida como que no.


# PARANOIA CINCO


Estaba hablando el otro día con un señor que iba a leer un doctorado. Iba por bellas artes, y el doctorado era acerca del tema de la muerte. Se me ocurrió comentarle la manida frase, que toca el tema. Más que nada, porque una cosa lleva a la otra:

¿Qué es la vida?

El hombre, un hombre culto, con una formación muy asentada, como que se quedó ahí atento...

La frase era: «La vida, es una enfermedad de transmisión sexual, incurable»

Lo cual es cierto desde un punto de vista médico, para todos los seres vivos que se reproduzcan por vía sexual. Por lo menos en las personas es cierto.

Nada, que nos morimos antes o después. Miro a mi alrededor y veo personas ancianas que no se valen. Y veo personas mayores que salen a correr.

Y me encuentro en mis incipientes cuarenta y cinco, sin saber la mayoría de respuestas a mis preguntas. Y lo que es peor. Eso, lo que es peor es que las preguntas han cambiado.








jueves, 3 de diciembre de 2015

¿célula de pelo de culo o neurona?

Jueves 3-12-2015
13:38 Horas.

neurona o célula del cerebro


Tengo algo que decir.

Si en vez de personas fuésemos células, la unidad de vida más pequeña...

        En esa situación podríamos preguntarnos, si nuestro lugar, el lugar que ocupamos, ¿nos gusta?

Pongamos por ejemplo que nos toca ser una célula del cerebro. Una neurona. 

        O que nos toca ser una célula de pelo de culo.

Ambas células cumplen la función para la que han sido llamadas a la existencia. 

¿Es válido preguntarse cuál es más feliz? 

Ambas realizan lo que han de realizar. Y no toca ser ni hacer más que lo que han venido a hacer.

Si uno es una neurona tiene que vivir feliz siéndolo. No hay otra.

        Y si toca ser célula de pelo de culo, entonces hay que ser feliz siendo célula de pelo de culo.

Tal vez el sentido de la vida no es querer ser mejores de lo que somos, sino en cumplir con la función para la que hemos sido llamados a existir.


digan lo que digan, esta célula es útil







         Hace tiempo que me gusta esta banda sonora, y la estaba escuchando ahora. Me viene al pelo, nunca mejor dicho.
     
             Se siente la tensión entre ambas polaridades. Ángel o demonio. ¿De veras es así? ¿neurona o célula de pelo de culo? ¿Son opuestas? ¿O simplemente diferentes?

             Señoras y señores (esa es otra polaridad. Machos o hembras), se admiten comentarios. Porque muchos queremos ser neuronas, pero somos otra cosa.

            Dejo un espacio abierto para opiniones.


NOTA:     La idea de que hay que ser feliz, siendo la neurona la que sea, la he sacado de una conferencia de Emilio Duró. Se puede encontrar en youtube.