domingo, 8 de febrero de 2015

¿Dónde está mi alma?

Siento miedo. Sí, ella llega bajo la luna clara de un mes de abril. Primavera. Nunca sé cuándo llega la primavera. Después todo pasa. Sin más tardar, la primavera pasa y las flores se agostan caídas bajo las alas de los insectos que las dejan de visitar tras cumplir su misión suicida. 

De la flor caída, tal vez, nazca un fruto. Dulce fruto almendrado, que deja su sabor sin sentir jamás su dulce comezón en la punta de la lengua. 

No, no soy yo ese al que llamas. No lo soy. No soy nadie en realidad. Me llamas, pero yo no te respondo. Nunca seré ese al que llamas. Ese hombre se fue, y nunca volverá. Cogió un tren hacia el futuro, pero no llegó.

Bajo del tren y ya no soy el que fui. Peor, ¡tú no me reconoces! Tal vez antaño supieras quién era. Quién soy debiera decir tal vez. Yo ya no soy yo mismo. Me fui y el que tienes ante ti de nuevo, no es quien se fue.

El paso del tiempo ha ajado mi rostro. Mi amor era duradero, pero los años lo desgastaron. El amor se gastó entre andenes de estaciones que pisé, con prisa por llegar a encontrarte. Suspiro.

No, no me llames otra vez, porque yo no soy el que era. Me gasté. El tiempo ha ajado mi rostro, la vejez ha llegado. Mi alma ha cambiado y no soy quien un día tu conociste.

Y tu, tu te has vuelto vieja, madura y puede ser que mortecina en la luz de tus ojos. La miel no se ve apenas ya tras tus nuevas gafas de montura de negra pasta y cristal que no refleja lo que sientes. 

          Mi corazón ya no te pertenece.

Mirar. Sí, a través de tus ojos ambarinos. Dos pozos que antaño me hacían sumergirme. No creas que no recuerdo. 

Sin embargo, otros brazos rodearon mi cintura. Unos brazos distintos a los tuyos. Una vez comenzó a suceder, fue imparable.

El amor. Sí, un clavo quita otro clavo. 

El clavel que un día deposité sobre tu pelo, se ha marchitado hace décadas. No existe. Los insectos que libaban su miel hace mucho que partieron. Y extrañamente pienso ¿Como sucedió todo esto?. Me pregunto, si acaso, no sabrás dónde está mi alma. 

¿Cómo encontrar el amor perdido? Hace años yo era capaz de amar, de emocionarme. De sentir. Ya no.

Ahora vago con los brazos secos de ayer, que ya no pueden sentir el calor de tu talle. Que te fueron infieles. Y a la sazón, olvidaron lo que tu cintura le dijo a mi cuerpo, tan cercano. Que no. Que no podía vivir sin ti. Y sin embargo marché. 

Y me envolvieron otros brazos. Olvidé el cariño que te tenía. Claro. Vez tras vez el recuerdo se iba apagando. Se agostaba mi deseo de volverte a ver, asido por los brazos de quien no eras tu.

Lo dejé. Dejé de intentarlo. Ya no te busqué entre andenes de ferrocarriles que transportaban fantasmas de personas. Unas detrás de otras. Parecían no tener rumbo fijo.

Me perdí, te perdí. Entre los brazos de otra. Una otra que no eras tú. 

Sí, otros labios me dieron su miel. Pero secaron mi corazón al hacerme olvidar que yo te dije un día te amo. Y no es a ti a quien le prometí olvidar.

Seguramente ya no me ame, pensé. Han pasado tantos años. Ha pasado tanto tiempo, tantas primaveras, tantas flores se han marchitado tras nuestra distancia. Sollozo.

No volveré a ser aquel chico joven que tenía un primer amor. El amor que nunca olvidaría se perdió entre pisadas apresuradas de personas que corrían en busca de ¿qué? Tal vez no iban en busca de nada. Tan solamente iban hacia otro sitio. No aquí, sino hacia allí. Hacia adelante. 

Pobre gente desesperada que no sintió el calor de besar la flor ajada de tus labios, una vez que vuelto a casa, llego y te reconozco. 

Ansioso por sentir, con corazón cansado que todavía me amas. Mi amor. No he vuelto para quererte. He vuelto para recordar quien fui un día, entre tus brazos. Porque no soy ya quien era, quien fui. Me perdí.

Vivo sin nadie a mi lado. Al fin de mis días. 

Recuerdo lo que era sentir el talle de las mujeres entre mis dedos. Turgentes pechos besaba. Me sabían a ácida miel de naranjas maduras al pensar que no eran tú.

Y ahora en mis últimos años, vengo a donde empezó todo. Y te encuentro. Y tu me reconoces por un instante. Pero comprendes que el amor que nos tuvimos, ya no está, que lo gasté. 

Mi corazón cansado te implora, hazme recordar lo que un día sentí por ti