sábado, 24 de enero de 2015

reconocimiento onírico

Sábado 24-01-2015
14:26 Horas.

Es notorio ver que aquellos años de soledad, de extrema soledad. Que supusieron un dolor, para mí grande; vuelven después de tanto tiempo, impulsados, tal vez, por el instinto de venganza, aniquilación. Como si aquellos fueran estos que están aquí y yo tuviera que ser mejor.

No puedo evitar pensar que mi constelación familiar tiene mucho que decir. ¿Cuánto de mi vida es simple repetición de pautas adquiridas en mis primeros años, cuando no tenía criterio para adoptar una posición propia?

Ahora la marea devuelve los cadáveres y los restos del naufragio, una ola tras otra, empujando los mismos restos. Y las gaviotas y otras aves no hurgan entre los despojos. ¡Las espanto, mientras sacudo mis plumas! Estiro mi cuello y hundo mi pico en mi propia tripa desgarrada.

Es a mí a quién le toca limpiar los restos, pues nada se pierde.




jueves, 1 de enero de 2015

se rompe, se raja

Jueves 30-01-2014
14:59 Horas.

Palabras más, palabras menos. En la candidez de una mente, no surge la maldad. Se puede ser un burro tonto o un burro listo. Ninguno de los dos deja de ser burro. Si yo fuese burro en vez de persona, ¿Qué clase de burro sería?

De listos y desconfiados está lleno el mundo. Sin embargo incluso los desconfiados, son personas inteligentes, cultas, que llegan a ocupar empleos como grandes diseñadores, artistas o ingenieros. 

Conozco una anécdota. Un ingeniero se puso a contar uno a uno los granos de arroz de un pequeño saquito de arpillera. El ingeniero, los contó, sí, y para hacer número redondo pensó: «Me faltan diez».

Entonces vino el tonto, y sin mediar palabra, cogió el saco que contenía los granos de arroz, y sin contarlos siquiera, los echó a la olla, e hizo un buen arroz de puchero.

        Este pequeño texto me hace reflexionar cómo destruyo los lazos, los que me unen a las personas. Lo que podría hacer que me sintiera apoyado, los amigos, la familia, los conocidos, puestos contra la pared... el apoyo. El respaldo que pudieran darme, echado abajo sin pensar en las consecuencias. Como un juguete que se rompe finalmente, tras llorar porque está medio roto.

        Se rompe, sí. Pero no ya para darle una solución a un problema, sino por una tajante necesidad de ser claro, duro. De negar la propia necesidad de amor, cariño o apoyo. Negar la propia necesidad de, los demás.