jueves, 10 de julio de 2014

olores de infancia

Este... no era el caso... 
¿Por qué será que ahora que hace cierto tiempo que tengo canas en el pecho...? (Y en otras partes del cuerpo a las que no llego a ver, ni lo investigo). Bueno, ¿Por qué me da por acordarme de mis abuelos?

Sí, esos abuelos antiguos, arcaicos. Carcas. 

¿Por qué es ahora que caigo? Pareciera que aun en el recuerdo, detrás de cada decisión tomada por mis abuelos, había una razón bien fundada.

- Abuela, ¿Por qué no usas el juego de cuchillos que cortan?
- Porque están nuevos.

- Abuelo, ¿Por qué no arreglas ese grifo que gotea en la pila llena?
- Porque no cuenta.

- Abuela, ¿Por qué no pones lavadoras más a menudo?
- Porque se rompe.

- Abuelo, ¿Por qué está la puerta de la nevera atada con una cuerda?
- Para que no se abra.

- Abuelos ¿Por qué vivís con la pensión de uno y ahorráis la otra?
- Para el día de mañana.

Todo tiempo pasado no fue mejor.

Sí, todo tiempo pasado no fue mejor. Pero se me queda un regusto a sabiduría antigua; un sentir extraño en los días que corren. En aquel entonces no se corría como se corre ahora. 

Detrás de todo había una razón fundada, bien o no, pero fundada.

No importaba que cuando se cambiaba la hora mi abuela fuese a comprar el pan una hora antes.

- Abuela ¿Por qué no adelantas el reloj cuando en la tele dicen que se cambia la hora?
- Porque si tocas el reloj, se rompe.

No sé si se trata de negar la verdad de la vida. Pero saco la conclusión, pese a todo, de que tras tan vetustos quehaceres, había una cultura del cuidado por el mundo que les rodeaba. Un cuidado que veía el conjunto del bosque, pese a perderse el titilar de la vida más inmediata de los jóvenes.