jueves, 29 de mayo de 2014

trabajo en equipo 2ª parte

Mi lugar en este mundo llamado civilización.


El único modo en que uno puede aprender a reconocer y evitar las trampas del pensamiento es familiarizarse con ellas en la práctica, incluso corriendo el riesgo de ganar en sabiduría mediante una triste experiencia. Es inútil empezar a filosofar con un curso de lógica introductorio con la esperanza de evitar así al iniciado el riesgo de tomar el camino equivocado.
- Leonard Nelson

Lo que me motivaba a un cambio de medicación era precisamente eso, tener un cambio. Ya que la falta de dinero se hacía apremiante, aun no era letal, pero necesitaba otras actividades que me hicieran encontrarme bien. Ya no quería, o no podía, contentarme a trabajar simplemente por trabajar. Quería hacerlo bien.

Pensé que encontrarme bien, fuera del trabajo, era lo que necesitaba para encontrarme bien en el propio trabajo. No podía saberlo todo a través de la razón únicamente, como dirían los racionalistas. Algunas cosas necesitaba saberlas por la experiencia. 

Necesitaba, eso pensé, un cambio de medicación que podía hacer que me sintiese distinto. Necesitaba reubicarme. Necesitaba sentir que mi sitio en el mundo era distinto a como venía siendo.

Hice crisis. Por diversas circunstancias afloraron cuestiones que antes no estaban visibles. Mi dificultad de relación, la dificultad para colaborar; surgió efectivamente que reevaluase qué sitio quiero para mí en el mundo. Supongo que este mismo escrito es producto de esa reevaluación.

TRABAJO EN EQUIPO


Un equipo es siempre más importante que los jugadores individuales.

Desde una perspectiva evolucionista, los humanos están genéticamente programados para cazar y recolectar.

Pero la caza es diferente, la clave es un plan unificado para hacer bien el trabajo. La caza era, en su origen, un esfuerzo de colaboración, algo que se hacía en grupo para aumentar la probabilidad de éxito, vital para la supervivencia.

Uno tal vez prefiriera ir por su cuenta, pero si no conseguía una presa, no podía esperar compartir la cena con los demás.
- Más Platón y menos Prozac. Lou Marinof.


Para bien o para mal me llegó la reevaluación de “mi lugar en la vida”, esto es de “mis miedos”. A día de hoy sin resolver. De cómo me comporto en sociedad, cómo siento que debo competir, aún cuando prefiero no expresarlo. De hecho reprimo la expresión de mi competencia. 

Y un aspecto muy importante. El sentir de un modo integrado la propia sexualidad. En relación con mi entorno me he sentido invisible. Desconectado. Ahora me enfrento al reto de vivir en medio de una sociedad en la que la jerarquía social, el status social, ha de ser ganado. En un lenguaje no verbalizado, he de aprender cuál es mi sitio.

Y sobre todo, aceptar que no puedo salirme de la sociedad, ni de su carácter, digamos, más común con las otras especies. El hecho de que somos seres sexuados. Estoy integrando mi sexualidad en mi vida. Aceptándola. De ahí viene la posible dificultad para emprender cualquier empresa.

Cuando salgo a la calle, me siento separado. Mirar, mirar y no querer parecer que fijo la mirada. Aceptar el hecho de que soy un hombre. Aún cuando las consecuencias de ser hombre pasa por responsabilizarme de mí mismo.

¿Significa eso que puedo aparcar a un lado una discapacidad? Ahora mismo no sé si mis dificultades entran en el campo de la discapacidad o no. En cualquier caso, ¿Con qué recursos cuento para integrarme? Supongo que esto ha de ser prioritario, pero lo tengo que compatibilizar con una posible vuelta al trabajo...





trabajo en equipo - 1ª parte

La filosofía budista dice que los conflictos externos (entre las personas) casi siempre son producto de conflictos internos (dentro de las personas).


En mi vida diaria solucioné mi necesidad de salir, de encontrarme con otras personas y crecer en relación con ellas, únicamente a través de mi puesto de trabajo. 

Durante años al terminar de trabajar el viernes suponía un duro golpe. Una vez terminada la jornada del viernes, me encontraba de súbito frente a un agujero que me devoraba. Un abismo, me encontraba con que no tenía nada que hacer.

Durante la semana conseguía la motivación para hacer cosas a través de mi obligación para trabajar. En el trabajo me encontraba con otras personas. Allí me apoyaba en el trabajo en equipo para realizar-me. El problema es que no sabía vivir sólo. 

Ese gran abismo del fin de semana me dejaba muchas veces sumido en una somnolencia en brazos de un dios del sueño, abatido en la cama. 


     El paso a vivir independiente


De una forma penosa descubrí que vivir sólo en mi propia casa, convertía lo que antes era solamente los fines de semana, en un no poder soportar estar sólo... durante toda la semana. Tener una vivienda propia tiene sus ventajas. Pero la soledad no es una de ellas.

Tal vez no saber vivir sólo fuese el problema en aquel entonces. Antes o después debía revertir en su opuesto, no saber vivir con los demás. Que de eso me parece que va esto. De la sensación de rechazo más nuclear.

El olvido de quién es uno mismo. Lo vivo como un no saber cómo estar con los demás. Sabedor en mi interior de esto, aunque no lo expresase en ningún momento. ¿O sí lo expresé? El caso es que el primer año de vivir en mi piso, supuso varias consecuencias. 

Entre ellas el tener que dejar la terapia de grupo, que suponía un apoyo sustancial para mi trabajo. Y el hecho de que responsabilizarme de una casa y su mantenimiento, de cara a los demás, no podía expresar lo que me costaba. 

Ese primer año de vivir independiente, supuso el llegar arrastrándome al trabajo. Con la única motivación de llegar más o menos a tiempo.

Inevitablemente, la solución pasó por una reducción de jornada.


Irónicamente. A partir de la reducción de jornada, tuve que pasar más tiempo en la soledad. Frente a frente con el problema. Yo mismo y mi dificultad para estar conmigo mismo. Tal y como tenía dificultad en estar con los demás.

Como sucede en muchos casos un aspecto de mi vida se convierte en su opuesto. De la dificultad de estar sólo, paso a reflejarlo en la dificultad para estar con los demás.

"Al volver del trabajo debes sentir la satisfacción que ese trabajo te da y sentir también que el mundo necesita ese trabajo. Con esto, la vida es el cielo, o lo más cercano al cielo. Sin esto -con un trabajo que desprecias, que te aburre y que el mundo no necesita- la vida es un infierno."
- W.E.B. Du Bois

A menudo encontramos que lo que fue una respuesta hasta ahora, deja de serlo después de un momento dado. Parece que desde una trayectoria en la que la premisa es que debo trabajar, porque es en el trabajo donde encuentro lo que no tengo en la vida; el verme conmigo mismo, a jornada reducida redundó en algo más.

El trabajo nos evita tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la pobreza.
- Voltaire

El Bhagavad Gita recalca la importancia de hacer un buen trabajo por el mero placer de hacerlo bien.

Que no sea el fruto de tu acción el motivo, ni te apegues a la inacción.
- Bhagavad Gita

La reducción de jornada redundó en una disminución de ingresos. En teoría la reducción no debía haber sido tanta, pero sea por lo que sea me vi en situación de cobrar la mitad de ingresos de lo que tenía hasta entonces. Ahí entraron ciertos baremos, dentro de las leyes y plazos, en relación con el trabajo para discapacitados.

Todavía no le veíamos las orejas al lobo. En el nivel de operario dentro de una buena empresa no nos llegaba la información de lo que tenía que venir. 

Sin embargo, yo me encontraba enfrentado a la escasez antes que mis compañeros de trabajo. Así que cuando esta llamada crisis se hizo notar en nuestro ámbito, yo ya llevaba meses quemado.

Creo que fue esa circunstancia la que me impelió a buscar nuevos alicientes fuera del trabajo. Tal vez mi falta de visión respecto a mi mismo redundase en que buscase el cambio en mi vida. A través de lo que me da la estabilidad, la medicación. De común acuerdo con mi psiquiatra hicimos un cambio de medicación que me desestabilizó un poco.

         Fuese por lo que fuese mis decisiones trajeron consecuencias. Divido este escrito en dos partes. Después seguiré a ver a qué lógica me dirijo.





dudas existenciales

 

       Dime espejo: "¿Quién soy?"


Demasiado café. Me tiemblan las manos. Me estoy preguntando qué sucede en mi vida. Me gustaría pensar que tengo  pendiente lo de hacer la limpieza. Curiosamente la limpieza de mi parte más íntima, más nuclear, siempre ha sido una cuestión pendiente.

Sin embargo la limpieza es como algo, sí pendiente, pero accesorio. Hay que limpiar la cocina, la cocina es el centro de mi hogar, el núcleo de mi ser necesita una limpieza. Necesito poner a punto mi ser esencial. Pero ese no es el problema.

La soledad, el aislamiento, el rechazo. Soy rechazado ¿O soy yo quién rechaza? No estoy seguro de si se pueden separar ambas cosas. Dar y recibir van de la mano. Cuando uno trabaja, ofrece un servicio y recibe una energía a cambio. O dinero. Sea lo que sea el dinero.

De pequeños nos enseñan lo que es el valor del dinero, si tenemos suerte y no nos tocan unos padres que no saben qué hacer con sus hijos. Lo normal es que el valor del dinero se aprenda en la infancia. El valor del trabajo.

Hay otras cosas. El valor de la amistad. Para mí fue una incógnita lo que era la amistad, durante décadas. Creo que el problema es que no tenía una idea de quién era yo mismo. ¿Lo sé ahora? Tal vez no se sabe nunca a ciencia cierta. Es decir, siempre se puede aprender algo sobre uno mismo. También se puede aprender sobre los demás.

Por eso no sé si se puede distinguir entre rechazar y ser rechazado.

Fue brutal. En mi infancia, la soledad. Querer romper ese muro de soledad que vivía; que tal vez no era objetivamente real, pero era vivido así por mí. Y ahora me pregunto si puedo salir, o si podré salir en algún momento.

Me lo he montado de puta madre. Me he quedado sólo, en la almena del castillo. En la más alta torre, custodiado por un dragón que dice, nos os acerquéis. 

Rechazo.


Yo sé lo que es la soledad. También sé lo que es el rechazo. Pero puedo admitir que tal vez, solamente sea algo que me refleja. El espejo mágico de la madrastra, o de la bruja mala.

Gustarme una mujer, y mirarme al espejo y no encontrarme digno de amor. Tan solamente encontrar el rechazo en el espejo. ¿Quién es el más bonito en esta tierra? Dime, espejito.

Tu puta madre, tío feo. Cualquiera menos tú.

Bueno, me estoy saliendo de madre. Será mejor que reconduzca este escrito hacia un tono más saludable, en el que no salgan palabrotas tan altisonantes.

¿Por qué? ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? La última de estas preguntas no ha sido pensada por mí. Me la sugirió un terapeuta. Donde yo me preguntaba ¿quién soy? él me propuso que me preguntase, ¿Para qué estoy aquí? De todos modos, no encuentro muchas respuestas a estas preguntas.

¿Para qué? 


Es un salto al vacío. Las voces resuenan en mis oídos. ¿Todo el mundo se hace estas preguntas? Decía mi antigua psicóloga, Alicia Gonzálvez, que la gente normalmente no vivía preguntándose estas cosas.

      Fue ella quien me propuso que me metiera a escribir un blog. Parece que fue una indicación valida.

Sin embargo, no siempre se tienen entradas válidas. Tan solamente puedo dejar caer estos textos muy de vez en cuando. Sobre el valor de lo que escribo... Tal vez tenga algún valor, si resuena en los oídos de alguien.

Para cada uno de vosotros. Os dejo algo que estoy escuchando mientras escribo:




sábado, 3 de mayo de 2014

sinrazón

Sinrazones vivo, tiempo al tiempo.


La razón, dame la razón. Pierdo el sentido. Por ti mi amor. Toma las riendas, toma el control, yo ya no puedo más... el mundo me estalló. La vida ha desaparecido de mi razón, la sinrazón. Es tan lógica, como el miedo que me lleva a refugiarme en mi mundo interno.

No me reconozco ni mis manos, estas que tanto han estado bajo el agua. Un agua de remolinos en la niñez de un cubo donde jugar al miedo escondido.

Juegos de niño que asustan. Mirando a otro lado para no ver lo real. ¿Y qué es lo real? ¿Es real lo tuyo? ¿Es real lo mío? No. No son más que historias.

De niño me cantaban una nana. Ahora de mayor sopas con honda. Qué triste no haber tomado el pecho de niño, destetado. Biberón anatómico y estudiado para la sustitución.

Con el tiempo la risa se convirtió en ironía. Fina, sí. Pero sin la frescura del ser feliz. No, la niñez quedó atrás. Puede que para nosotros signifique que la piel se arrugue, que los sueños tarden en llegar, que el peso de las faltas se sumen. Que el semen ya no brote, y se disponga a simplemente caer.

Me jode cuando todas las taquillas del supermercado están ocupadas, y tengo que volver luego. No hay más espacio dice la señorita. Bueno, no me muero por volver después. Un después, un después que nunca llega. La vida pasa. De momento a momento. Me emparanoio. Gente.

Tanta gente.

La tarde empieza ya, y hoy, en contra de mi costumbre, tengo ganas de vivir. Tal vez no tenga trabajo. Pero aún así he salido a la calle. He comprado algo de fruta. Me he pesado y he adelgazado. No es para cantar victoria. Es una confirmación de que algo estaré haciendo bien. 

Pequeñas alegrías. En una tarde vacía, de una primavera sin flores de almendro. Un mar, de asfalto hecho, para solaz de muchas personas que van cada vez más lejos. Para hacer de sus vidas algo que valga la pena. Y no morir al final de sus vidas, sin decir que no han vivido. 








viernes, 2 de mayo de 2014

miedo a lo social

 
       Miedos diarios y cotidianos a través de la Mátrix de la sociedad


Era una barbaridad. No podía dormir, los ruidos de la noche, en la solitaria cama de su piso... parecía no pertenecerle. Si no fuese porque hace ya varios años, pasó por ese periodo de maravillarse ante la complacencia de verse como propietario.

Y ahora tenía miedo. Y el miedo era visible en las últimas horas de la noche. Una vez que se acostaba, miraba, normalmente acostado sobre el lado derecho, ahí en la cama. Veía los muebles ¡Por fin tenía una distribución de los muebles que le gustaba! ¡Será por muebles!

Pero ahora al verlos, sin haberse dormido todavía, se hacía a sí mismo la eterna pregunta. ¿Quién soy yo? ¿Soy de veras merecedor? 

Alguien le había dicho que en vez de la pregunta, eterna, del “quién soy yo”, se formulara la alternativa “para qué estoy aquí”. Sin embargo, aunque esto disminuía un poco la crisis existencial, no la borraba.

Vivir con miedo. Siempre había sentido miedo. Pero pese a todo tenía energía para echar para adelante, tenía sueños, ilusiones. Claro que las palabras... “Sueño” e “ilusión” pueden parecer expresiones un tanto equívocas.

No está tan claro que sean positivas.

¿Podría ser posible vivir sin miedo? No mientras tuviese un ego, y el ego siempre estaría allí. Su función tiene. Aquí.

A veces se abstraía haciendo cualquier cosa. O incluso echándose a dormir, para no hacer frente a sus pesadillas. Empezaba ya ha hacerse mayor. Ya pasó en su día la crisis de los cuarenta. Y la de los cuarenta y uno, y la de los cuarenta y dos, y la...

Ahora la crisis se centraba más en la asimilación de un conjunto de roles y valores. Se resistía a pensar que tuviese que aceptar su lugar. Como si por ley de nacimiento, y otras muchas leyes más, le correspondiese un lugar predefinido en la vida.

Un lugar concreto y definido. Que por razón o sin razón debía ocupar. Es más, la mátrix le indicaba reflejado en la cara y el contexto. Con el lenguaje no verbal y gestos, dónde debía ubicarse.

Y no quería. Esto era muy reciente. 

De un tiempo a esta parte la sociedad le llamaba a cumplir con su deber como ciudadano. Y él se resistía.

Huyó de un sistema que no le producía más que dolor, ansiedad y depresión. No se le escatimó la soledad.

¡Hace tanto tiempo de eso!

Ahora, dejar de ser catatónico para ser ciudadano de primera. Bueno, no estoy muy seguro de si sería de primera o de segunda. Los grandes tiempos pasaron. El caso es que siempre tuvo la ilusión de hacer por no ocupar lugar alguno. Por lo menos de cara a “la gente”.

En un lugar aparte sí tenía, tuvo siempre, un lugar donde refugiarse, aunque resultase ser un agujero. Y ahora que tenía más espacio... el agujero se había hecho más grande... Pero seguía sin salir del agujero. Su propio pozo, su cueva, su caverna y refugio. Un lugar en el que guarecerse. “Para que no le lloviese encima, estar a cubierto”.

Sí, Miraba al lado de la cama. En la habitación vacía, en la casa vacía, en un edificio en buenas condiciones aunque ya contaba con historia... donde los vecinos no hablaban. Hola. Donde él no hablaba. Nadie hablaba con él ni él con nadie.

Miraba sin apagar la luz, y sentía el miedo teñido de esa pregunta, ¿Soy merecedor? ¿Dejar mis limitaciones y hacerme valer? El cuerpo me pide distanciarme, ¡Huir! y la razón me hace pensar que tiene que haber algo más que esta mátrix, este día de la marmota dirían algunos. Una razón, o un sentido que nos hiciera hacer saber que no es inútil cada cosa que hacemos.

Finalmente apaga la luz, y espera paciente a que llegue el sueño. Da varias vueltas en la cama, mientras llega el olvido.


- ¿Dónde quedaron esos tiempos? Parece que me ha venido la vena nostálgica. Vaya esos ojos negros niña...