jueves, 28 de noviembre de 2013

el corazón encontró un motivo

       Un señor escribía en su portátil, sobre una mesa de nogal desgatada por el uso. Su cara parecía concentrada en lo que hacía. Parecía concentrarse en cada coma, en cada punto. Su cara parecía poner atención a cada letra, a cada signo de puntuación.

     Sin embargo su mente se hallaba muy lejos de allí. Recorría las estepas de la fría Siberia, en los campos de concentración. Hacía mucho tiempo de aquello, pero en su memoria hacía tan solamente un instante.

     Era un superviviente.

     Había sido puesto a prueba y había sobrevivido. Después de muchos años todavía recordaba.

     Su actual puesto de trabajo en la fábrica le servía para pagar las facturas, pero su espíritu a menudo volaba a las desiertas y mortales estepas.

     Un recuerdo le llegó justo en ese momento. Su ceño se frució con preocupación. Recordó a Rubén. Su compañero en los campos, Rubén. Él, él no lo logró. No lo consiguió. Todavía treinta años después pensaba en Rubén.

     A menudo se preguntaba si su muerte estaba relacionada con no haber podido insuflarle una llama de esperanza en su corazón. Tenía su misma edad. Y físicamente tenían, más o menos, la misma constitución. 

     Pero uno de ellos vivió, y el otro murió.

     Víktor se preguntaba si no podía haber hecho que su amigo sobreviviese a las carencias, a la dura escasez de los campos de concentración.

     La falta de fe. No le pudo dar lo que necesitaba. Al final la opción era algo personal. Víktor sobrevivió. Encontró un motivo para vivir. Coger una vez más las manos de su esposa.

     Rubén no tenía ninguna esperanza. Sucumbió a la desesperación de no tener... algo que le permitiese vivir, minuto a minuto. Segundo a segundo. Con la esperanza certera de que todavía quedaba algo que hacer.

     Coger las manos de tu esposa. Una vez más, tan solamente una vez más.

      Esa es la diferencia entre vivir y morir. La esperanza de coger las manos de la mujer amada. Una vez, tan solamente una vez más.



     Versión libre e imaginada, al margen de cualquier libro. Con respeto a todos los que han pasado por dificultades. Supervivientes y los que no sobrevivieron.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

-Y yo-¿Qué seré yo?

Gmork se ensañó al ver el espanto de Atreyu. La conversación lo animaba visiblemente. Tras una pequeña pausa siguió diciendo:

     - ¿Me preguntas qué serás allí? ¿Y qué eres aquí? ¿Qué sois los seres de Fantasia? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable! ¿Crees que eres real, hijito? Bueno, aquí, en tu mundo, lo eres. Pero, si atraviesas la Nada, no existirás ya. Habrás quedado desfigurado. Estarás en otro mundo. Allí no tenéis ningún parecido con vosotros mismos. Lleváis la ilusión y la ofuscación al mundo de los hombres. ¿Sabes, hijito, lo que pasará con todos los habitantes de la Ciudad de los Espectros que han saltado a la Nada?

     - No – tartamudeó Atreyu.

     - Se convertirán en desvaríos de la mente humana, imágenes del miedo cuando, en realidad, no hay nada que temer, deseos de cosas que enferman a los hombres, imágenes de la desesperación donde no hay razón para desesperar...

     - ¿Todos seremos así? -preguntó Atreyu espantado.

     - No -replicó Gmork- hay muchas clases de locura y ofuscación; según lo que sois aquí, hermosos o feos, tontos o listos, seréis allí mentiras hermosas o feas, tontas o inteligentes.

     - Y yo -quiso saber Atreyu-, ¿qué seré yo?


      Gmork sonrió irónicamente.

     - Eso no te lo digo, hijito. Ya lo verás. O, mejor, no lo verás, porque ya no serás tú.



- "La Historia Interminable". Michael Ende.





sábado, 23 de noviembre de 2013

EL PERDÓN, Escuela Internacional del Perdón - Entrevista a Daniel Lumera...




     Estoy interesado en el tema del perdón. Hace tiempo que escribo y no consigo salir de un mismo registro. Si bien el tema que toco es autobiográfico, la intención va en la dirección de ver una evolución. Sin embargo esta evolución no la veo tan claramente.

     Otras personas cercanas sí dicen que han visto una evolución en mí, pero de esto hace años. Y a mí me parece que en este momento estoy bloqueado, y no puedo pasar de aquí.

     Agradecería consejos o orientación, ejercicios para el perdón. Una práctica que pueda realizar.

     Compruebo casi todos los días que la práctica de la meditación es demasiado, fuerte, tengo una enfermedad mental. En principio no debería meditar, aunque en la práctica estoy bastante, con adicción, a la meditación. Pero no funciona.

     Se me ocurren algunas ideas, pero me gustaría ir recogiendo ideas y prácticas para el perdón. Hoy mismo me pongo a decir-me al espejo, que me perdono ...por lo que salga en ese momento. ¿Hay alguna práctica más?

     Es de esas cosas que uno dice, que no quiero perdonar, pero como dice el manual, "Estoy dispuesto a aprender a perdonar". Desde aquí, lo que vaya llegando.

Gracias por las sugerencias y por pasar por este "mundo de Gabriel".



juegos de desamor

No estoy dispuesto a defender mi territorio. No estoy preparado para asumir un compromiso. Pienso a menudo que no sé trabajar. Tal vez, eso lleva aparejado que no sé amar.

Vivo sólo, y no tengo amigos. Si un animal, un perro, un gato... viene a mi territorio, yo no lo he llamado. No es mi gato, no es mi perro, ni siquiera tengo claro si quiero un pez, como para adoptar un animal.

Gato Félix. Gato feliz.

Hay muchas frases que se refiren a animales, como llevarse el gato al agua, ponerle el cascabel al gato, ronronear como el gato que se ha comido al ratón.

No es mi gato, no es mi cascabel, no es mi ratón.

Mi corazón es pobre. Lo siento.

No puedo responder de mis propios actos, no me pidas que responda de los tuyos. Si hay un animal en tu vida, y lo has llamado tú, entonces tal vez deberías cuidar de él.

Cuidate tú también, porque te quiero. Te deseo lo mejor, aunque no es mi naturaleza amar. Nunca lo ha sido.

Me puede el miedo. Para mí, amar es como morir. Un salto al vacío. Que de momento no estoy dispuesto a dar. No en tu terreno, ni siquiera podría en el mío.

Tú te has hecho la cama y ahora tendrás que acostarte en ella. Si alguien más te da calor, ...siente si tú también quieres darle calor a él. Dáselo, no temas.

Cuando nos crucemos por la calle, nos saludaremos, ...tal vez.

En mi ánimo no está el poner polvos pica pica en ningún hombre afortunado. Esto no es la canción de hombres G. Ni yo formo parte de ninguna canción de aquellos tiempos. Por mucho que me guste cómo te mueves, y cómo bailas. No es mi baile.

Todavía me resisto a amar. Mi corazón no «chuta». Tengo miedo de amar. Tengo miedo de vivir. Que eso no te entristezca. Vive, ama.

Y recuérdame aunque sea un tonto que se resiste a jugar a tus juegos de amor. Que los juegos no obligan a nadie, son para alegrar el corazón, Nada más.






viernes, 22 de noviembre de 2013

No dejes leer a nadie tu diario. Que no se vean los agujeros de los zapatos. Hazlo bien cuando te pregunte la psicóloga.

Viernes 22-11-2013
23:04 Horas.

Querida Luna, debo recordar que «No siempre todo lo que va a suceder va a ser malo».

Últimamente todo lo que siento al salir del trabajo me da miedo. Cruzarme con la gente, preguntarme quiénes son, preguntarme si pensarán algo de mí. Ya que yo sí me hago preguntas acerca de ellos, y ellas. Las inalcanzables mujeres.

Pero lo que más miedo me da es ser descubierto en mi intimidad. Tal vez por eso nunca invito a nadie a mi casa.

Paradójicamente, cuando conozco a algún amigo, que parece ser receptivo, vuelco en él todo lo que siento. Cosa que sucede muy pocas veces.

Por otro lado, siento que si no soy bueno en algo, lo que sea, no vale la pena llevar una vida vacía de sentido, sin poder asir, algo... una habilidad, un intelecto agudo, unas reflexiones profundas... Pero yo no tengo nada de eso.

Yo tan solamente tengo un vacío. Creo que me gusta moverme entre las máquinas porque el movimiento hace que me olvide de pensar. Pero me encanta pensar.

Me gusta meditar, pero se me va la cabeza divagando, y entro en diferentes estados mentales con facilidad. Creo que me oriento lo suficientemente bien para valerme. Pero me hace ser, o estar emocionalmente inestable.

Tengo fobia social, o algo parecido. Y a la vez soy muy exigente. Descubro continuamente que miento. Pero me miento a mí mismo antes que a los demás. Vivo una vida vacía, con cosas que no me aportan ninguna serenidad.

Me pregunto con demasiada frecuencia:


          ¿Quién soy yo? 


Me lo pregunto incluso más que el típico a dónde voy, ya que me recluyo en mi casa. Así que sé a dónde voy, a mi casa. Aquí estoy.








jueves, 21 de noviembre de 2013

la caída de Gabriel

EL ASESINO DEL AMOR


Gabriel no sabía mucho. Tan solamente sabía que allí abajo habitaban unos seres, los humanos, que eran capaces no solo de amar, sino también de elegir.

Gabriel no era un ángel de elevado rango, más bien bajo... tal vez con el tiempo eso se rectificase. Al menos eso se decía para sí mismo.

      Pensaba que con el tiempo todo le llevaría a las alturas, al conocimiento de Dios, pues la Misión de cada Ángel proviene de Dios.

Pero el Ojo de Dios Vio a Gabriel, tal como era. 

No había virtud en él. Sino muy al contrario, Gabriel se entregaba a la mortificación como medio de alcanzar un sentido a su baja posición en la jerarquía celestial.

No practicaba la virtud, no hacía nada por ser merecedor.

Gabriel se mortificaba por su baja condición, pues siempre era él el ayudado, el que recibía la guía. Todavía no tenía la madurez suficiente para hacerse cargo de las funciones de Ángel.

La mirada de Dios lo vio, y como la Tierra gira alrededor del Sol, decretó lo único que podía hacer. Solamente había dos opciones, la caída o la ascensión. Y Gabriel, al no tener merecimiento alguno, cayó a peso, sobre el duro suelo de la Tierra.

Allí vivió veinte años, sin poder amar como los ángeles, sin saber trabajar como los hombres; pero sobre todo, lo que nunca hizo fue elegir, pues no estaba en su Naturaleza.

Como ángel caído, se arrastró por el duro suelo, durante tal vez otros veinte años. Siempre apoyándose en los demás. Nunca sin ayuda. Nunca Eligió valerse por sí mismo. 

No podía trabajar, no podía amar. No como los demás seres de la Tierra. Él no hablaba pero secretamente se sabía menos que humano. Era un ángel caído.

El Ojo de Dios lo miró y le dio por el álbur del Destino una segunda prueba.

Sin embargo Gabriel no sabía trabajar, ni sabía amar. Así que...

Hizo sus ejercicios, según entendió. Pero tal vez se equivocara, tal vez los ejercicios espirituales practicados... los hiciera de forma desacertada.

El velo se rasgó... pero se rasgó muy poco. Apenas lo suficiente.

Durante algún tiempo el soplo de Dios le guió, pese a las burlas de los demás encarnados. 

El soplo de Dios que había rasgado el velo, le permitía ver al otro lado a través de la rasgadura, con la visión divina. Sin embargo no había desempeñado bien su papel. 

En su ignorancia había adorado al dios Asclepio. Y llegado el momento de dar cuentas al Dios verdadero, el único Dios, Éste le preguntó. Pero Gabriel no había trabajado lo suficiente, no tenía el suficiente merecimiento. 

Gabriel no había trabajado ni había amado lo suficiente. No tenía méritos que mostrar a Dios.

El velo no se había rasgado lo suficiente y el aliento de Dios pronto lo abandonó. 

Gabriel se quedó atrapado en el mundo de lo denso. Sin las habilidades oportunas... 

Se enamoró, pero no sabía amar. Quiso trabajar, pero tampoco sabía. Solamente recordaba el aliento de Dios que entró por la delgada hendidura del velo divino. El velo que separa ésta realidad de la realidad celestial.

Ahora Gabriel había perdido la oportunidad de ascender. 

Debía seguir acumulando méritos. Sin embargo se encontraba entre desconocidos, gente extraña. Que se ocupaban en cosas comunes. Y él ni siquiera era ya un ángel.

Gabriel pensó que tal vez debería volver a empezar, a acumular méritos y adorar al único Dios verdadero. 

Esta vez sin embargo, en lo más profundo de su ser supo que estaba sólo. No tenía suficiente valor para seguir adelante. Era un ángel caído en desgracia que ya no se elevaría. 

No hay segundas oportunidades. Aunque siempre se puede volver a empezar. Son innumerables los caminos que llevan al otro lado. Pero tal vez el velo no se rasgue nunca más. Es una lástima, una oportunidad perdida.

Gabriel no supo hacer su trabajo divino, no hizo lo que se esperaba de él. Ahora no es más que un alma que se debate con el recuerdo de haber visto lo divino, y la certeza de que lo ha perdido.

     Un grito de miedo surcó la oscuridad.

     Era Gabriel atrapado en la húmeda oscuridad del miedo pegajoso de la noche.


martes, 12 de noviembre de 2013

¿Qué quieres de mí?

Poema escrito sobre el agua



No soy aquel que buscas.
Sigue, sigue buscando.
Yo hace tiempo que quebré.
Estoy roto...
ni pareja puedo tener
pues el miedo me consume.

No, no soy aquel que buscas.
Sigue, sigue buscando.

Espero que un día llegues
a encontrar a aquél
que cumpla tus expectativas.

Yo no llego jamás
a cumplir mis propias
expectativas...

Demasiadas veces
lo he intentado
en vano.

Ser lo más normal posible
ese es todo un reto.

Tú buscas a otro.
Yo hace tiempo que
dejé de buscar
Hoy estoy quebrado.

Un día busqué
esa misma agua
pero como el cántaro
me quebré
y ahora no puedo
ni siquiera...
tener el amor de una mujer.
Ni llegar a fin de mes.

Lo que tengo es
inapreciable.
Pronto encontrarás
quién más te dé.

Yo no tengo
ejemplos que seguir
Ni un ejemplo que dar.

Sigue tu camino.
Tal vez un día
nos volvamos a ver.
Y nos saludemos
con un simple "Hola" valdrá.

- Palabras al viento. En un otoño tardío, con un abrazo de amigo.




viernes, 1 de noviembre de 2013

el diario de Gabriel en Halloween

     En ocasiones veo muertos, decían en la película "El sexto sentido". En día de difuntos honramos a nuestros familiares fallecidos. Para que descansen en paz. Pero también para descansar nosotros al honrarlos.

     Estamos en el cementerio que un día, sin excusa, será donde yaceremos. Y todas las cuitas y fantasmas, conflictos vividos, terminarán allí en nuestro nicho. Con nosotros.

Recordar "el cuerpo del dolor" (Eckhart Tolle), o sentirlo todavía vigente, no es malo. Solamente es una lástima y un desperdicio de tiempo. "Siempre hay personas que nos quieren convencer de que tienen derecho a sufrir", decía el maestro Eckhart Tolle.

     Releyendo un diario di con un texto que va muy bien relacionado con el ambiente de estos días, honramos a los difuntos. Y sabemos que nosotros, un día terminará y no estaremos para ver amanecer de nuevo. Es un mundo, un ambiente, que a Gabriel le gusta recrear con las palabras que siguen.

Miércoles 13 de julio de 2011
21:16 Horas.


Me siento incómodo. Creo que llevo demasiado tiempo sentado. Ayer descubrí la clavija del televisor, para escuchar la voz con auriculares. Ya no necesito los altavoces de A, el novio de I. Hacían ruido. La tele va de lujo y ayer me puse a ver un partido de tenis con Rafa Nadal. Memorable. ¡Lo mal que jugó!

Me apetece ver una película. Algo me pondré esta noche. Tal vez haya algo en la tele. Aunque no espero mucho de eso. Los programas que hacen no me llaman la atención. Pero por mirar ahora que tengo la televisión a tiro, no pierdo nada. 

Puse un cable de antena en la nueva ubicación de la tele, y ahora tengo tele y ordenador combinados. Ya solamente me falta meterle el megabrain y pegarme un chute de masaje cerebral. Pero eso es ya mucho decir.

Parte de mi incomodidad es que llevo dos días a base de agua con café, cargado. Y también a base de bocadillos. Fatal para el organismo.

Tal vez me estoy buscando un ataque al corazón. Creo que no aguanto más, mi vida. Mi abuelo decía penosamente que quería morirse, acostado mientras gimoteaba. Yo no gimoteo. Yo escribo, y estoy poniendo los medios para morirme. ¡Suicidio! Dirían en la película "Nosso Lar".

     Más concretamente "suicidio inconsciente". El maltrato continuado que le damos a nuestro cuerpo, con emociones envenenadas. Chupitos de cianuro, decía el amigo.

Supongo que en el fondo no pienso que esto vaya en serio. Y hago todo lo posible para ponerme en situación en que las cosas importen. A vida o muerte. Sin embargo, constato que las cosas no mejoran. Sigo viviendo mi vida automática.

Creo que he cedido. Que me he rendido. La claridad era un fenómeno bonito. Pero no me importa. Yo lo que quería era, tal vez, ser un gran trabajador. Pero no quería pagar el precio. No quería ponerme manos a la obra. No hacía el esfuerzo. Tal vez eso ahora cambie.

Sin embargo para cambiar se necesita compromiso. Tal vez me resisto al cambio porque cambiar requiere compromiso de realizar tareas nuevas y mantenerlas en el tiempo. Mantener el esfuerzo.

Sí, claro, tal vez después de algunas semanas o meses, el esfuerzo es menos esfuerzo. Yo sé que me estoy matando. ¡Suicidio! (película "Nosso Lar") A base de bocadillos y de agua cargada de café.

Estoy echando mi vida por la borda por no querer flexionar las rodillas y aceptar que las cosas son como son. Y que hay que ceder para vivir. Aceptar, y honrar al otro. Pese a que en el pasado fui humillado. Eso es. En el pasado fui humillado.

Todo el tiempo me sentí separado, disfuncional, castrado y no tenido en cuenta ni ser comprendido. Y encima se esperaba que yo fuese el niño modélico, «de esos que se están quietecitos y no dan problemas». Cabrones hijos de puta.

Ni siquiera sé quién es el responsable de lo que sucedió. Mis padres, yo, el universo... 

No lo puedo saber. Tan solamente puedo pensar que lo único que tengo es mi parcela de poder. Que aunque mi poder de decisión era limitada, existía esa pequeña parte, en la que por pequeña que fuese, la responsabilidad era mía. Por lo menos una pequeña parte de la responsabilidad de lo que sucedió era mía.

Saberlo, me tranquiliza. Ya no tengo que liarme a pedradas con nadie. Nadie me tiene que dar satisfacción. Solamente tengo que aceptar que parte de la responsabilidad era mía. Y aunque duela aún, saber que tomé la decisión o decisiones, en ese momento de forma pasiva. Pero las tomé, me resigné.

Viví una infancia y juventud automatizada. Casi robótica, mecánica. Inconsciente. Sin saber abrirme a una verdadera vida.

Y me puedo preguntar si es ahora igual. Si no permanezco encerrado en mi casa, sin realmente vivir. Porque cada vez que me cruzo con los vecinos, no hablo. No hace falta tampoco, pero en realidad las cosas se saben.

     Tal vez sigo delegando mi responsabilidad en otros,  tal vez es lo que he hecho siempre y ahora continúo.

En realidad siempre me ha dado igual lo que dijesen los demás. Me ha resbalado. Me he sentido invulnerable, INMORTAL. Nada podía tocarme. Y ya tengo cuarenta y dos, y sigo como siempre, vagando entre las mismas dudas. Intocable por la vida. Como si tuviese alguna garantía anti-desastres.

No tiene porqué pasar nada, pero lo normal es que siempre esté sucediendo algo. Y ese algo no va a dejar de suceder porque me esconda en mi piso.

Los relojes se paran, las lavadoras se rompen, los trabajos se pierden. Y yo no puedo hacer nada a priori. Solamente puedo esperar a que suceda lo más tarde posible. Preocupado. Siempre preocupado. Sin aceptar que el cambio, la pérdida, y el paso del tiempo es normal. 

Y sin abrirme al cambio, a la renovación, a la carta del tarot nº 13. La muerte. Que representa el cambio, más o menos pronunciado que se produce cada día.

Tener miedo a morir es tener miedo a vivir.

Tener miedo a vivir es tener miedo al cambio.

En día de difuntos honramos a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros antepasados. Pero honramos también el nicho vacío que un día llenaremos con nuestro propio cuerpo. Hasta desaparecer convertidos en polvo de estrellas, yendo más allá de la inmensidad.

Volveremos a formar parte de... lo que sea que nos esté esperando. 

Y la presencia, la certeza, de saber que todavía no nos ha tocado, aún.