jueves, 31 de octubre de 2013

es sano retomar la lectura y releer estos libros...

      Me gusta a veces volver sobre mis pasos literarios y releer libros que hacía tiempo que no leía. En el caso de los libros de Castaneda, la saga de Las enseñanzas de Don Juan, es curioso que el primer libro al que pertenecen estas líneas, contrasta marcadamente del resto de libros.

      Es el propio Don Juan Matus, quién en los siguientes libros confiesa a Castaneda, que lo expuesto en esta etapa de aprendizaje no son más que chorradas pseudo indias. 

     Sin embargo, cuando leo estas páginas de su primer libro, percibo que Don Juan trata a su pupilo con un comportamiento "impecable". Sea verdad o no lo que cuenta en estas líneas, están plenas de propósito.

     A mí me gustan mucho toda esta serie de chorrigoteces... es divertido ver cómo Don Juan va por el campo llevando tras de sí a Castaneda. Que irónicamente pasa de ser antropólogo a aprendiz.

     Como no podía ser de otro modo, Castaneda va sorteando obstáculos en su aprendizaje, a lo largo de los distintos libros de la saga. Su personalidad llega a cambiar en algúno de ellos, como si hubiera vencido alguno de los cuatro enemigos naturales del hombre.

     Evidentemente, si Castaneda en vez de ser un antropólogo típico, objetivo como era, "un antropólogo modélico" si dejamos aparte que se metió de lleno en el objeto de su investigación... 

     Si Castaneda hubiese sido, por ejemplo una persona menos clara, un fumeta, un tipo dado a enredarse en las fantasías que tan proclives eran a darse los jóvenes en su época; no olvidemos que el gobierno americano estaba probando el efecto del lsd en las masas, con diversos fines... (dicen, aunque tal vez fuese un fenómeno espontáneo). 

     A dónde voy a parar es que si Castaneda hubiera sido un discípulo menos serio, tal vez se hubiese perdido entre diversas prácticas, que no tuviesen nada que ver con el chamanismo que estudió y vivió. Pero dejó testimonio por escrito de un modo impecable, aunque muchos lo desacreditan por ser una narración "novelada".

     Don Juan "veía" y al "ver" le parecía que Castaneda sabía lo que hacía. Sin embargo el mismo don Juan era muy consciente de que su discípulo no tenía el conocimiento que parecía tener. Es extraño pues, que Castaneda lograse llegar a culminar el ser hombre de conocimiento.

     Ya digo, son estas el tipo de chorrigotadas que me gusta plantearme, en plan teórico filosófico fantástico. Sobre unos temas que no sé nada, más que lo leido de libros. ¡Qué tontería que algo como la brujería se escriba! Cuando todas esas cosas son, o deberían ser únicamente experienciables. 

     Pero si Castaneda hubiese pensado lo mismo, no hubiese acometido la empresa de escribir sus libros como un ejercicio de guerrero.

     En cualquier caso, son libros entretenidos y amenos de leer. Los recomiendo, y dejo aquí una muestra "para hacer boca" y que quién desconozca este conjunto de libros se anime a leerlos.


Domingo, 15 de abril, 1962

     Cuando me disponía a partir, decidí preguntarle una vez más por los enemigos de un hombre de conocimiento. Aduje que no podría regresar en algún tiempo y sería buena idea escribir lo que él dijese y meditar en ello mientras estaba fuera.

     Titubeó un rato, pero luego comenzó a hablar.

     - Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es dificiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

     “Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.”

     “Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.”

     - ¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?

     - Nada le pasa, sólo que jamas aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.

     - ¿Y qué puede hacer para superar el miedo?

     - La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.

     “Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural.”

     - ¿Ocurre de golpe, don Juan, o poco a poco?

     - Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.

     - ¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?

     - No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto.

     “Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega.


     “Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque tiene claridad y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debía apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.


     - ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?

     - No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.

 (...)

     Extraido del libro, "Las enseñanzas de don Juan". Escrito por Carlos Castaneda.
     El primero de un conjunto de libros muy recomendable.






jueves, 24 de octubre de 2013

páginas en sucio


     La página en blanco. Las líneas todavía sin cubrir de letras, garabatos comprensibles solamente por mí. De un ricón de mi mente surgen unas pocas palabras, que poco a poco van fluyendo... siendo plasmadas en folios, que se suceden.

     Pero no es bastante. Las palabra surgen con dificultad. Hoy tenía en mente la imagen de un monje. Ya la he plasmado. Tal vez es la idea de estar medio loco, medio cuerdo, entre dos mundos. y uno de esos mundos es neurótico. Incluso llevado al extremo.

     No tengo porqué quejarme, siendo alguien que ha pasado por lo psicótico. Es ver las cosas de un modo diferente, para nada satisfactorio. Teniendo siempre hambre, comiendo siempre mal. Y las líneas se suceden.

     Me gusta escribir escuchando música. Sin embargo hoy en día, apenas leo. Creo que echo de menos el sumergirme en una lectura, que me lleve a otro sitio, dónde yo no esté. A cualquier otro sitio. El don de la lectura.

     Sin embargo no me resisto a escribir. Aunque no soy capaz de escribir nada de ficción, tan solamente escribo en el diario. Suelo escribir todos los días. Y repito, ¡siempre, los mismos temas!

     Ojalá supiese escribir ficción. Lo único que escribo es medio autobiográfico, medio locura, medio capricho de neurótico rebotado de la vida.

     Pienso demasiado en el pasado. Sin embargo el futuro está descuidado, y el presente inexistente. Tal vez. No noto la diferencia. Después de tantos cambios de medicación... No sé si la tengo hacia qué lado. El caso es que no me la encuentro.

     No tengo alma. Todo es un repetir las mismas pautas, y no creo poder salir de todo esto. Creo que la pifio siempre. Mi autoestima no está muy allá. No valoro mis logros.

     Sin embargo el que no hablaba, ahora escribe. Y levanta ampollas. La entrada acerca de la family, sentó mal. y yo tenía que escribirlo. Tenía que escribirlo. Sin embargo, la deuda sigue ahí. Una deuda que atañe a toda la familia.

     Mi madre forma parte importante de la ecuación, porque si yo consigo no pedírle dinero, ella, como una hormiguita va juntando el dinero para saldar la deuda. Pero ahí se establecen prioridades. ¿Quién va antes? Eso en lo que concierne a mi madre.

     Pero yo. ¿Cómo puedo hacer para contribuir? Aparte de no pedir más de lo debido. Recortar, recortar, siempre recortar. Cuando lo que tengo que hacer es aumentar mi contribución al total de lo conseguido. He de trabajar.

     Sin embargo, no estan fácil como ponerse a hacer un masaje de pies. Lo cual digo de paso, me cuesta bastante.





diario de un monje neurótico



     Hace años encontré un pequeño libro de L. Simpson. De meditaciones y reflexiones. En el libro el autor comentaba sus experiencias en la vida diaria, era un diario. De un alma llena de pensamientos, extremos, opuestos en ocasiones entre sí. No había alcanzado la paz.

     Dejo aquí un pequeño extracto. 

     Después de todo es una ficción muy lograda. No me creo nada.


     Extracto del capítulo cinco de "Notas al margen"


      No he alcanzado la paz. Me siento timado, como cuando alguien espera de mí, algo, algo que yo no puedo ofrecer. Me siento a medias. No soy capaz de meditar ni tan siquiera diez minutos. Me consume el hambre y la sed. Sin embargo, soy incapaz de buscar respuestas. 

     Mis hambres están sedadas. Ni siquiera estoy seguro de tenerlas.

     Los libros hace tiempo que llegué a la conclusión de que no respondían a ninguna pregunta. Tan solamente alimentan el intelecto. No, los libros no conducen a ningún sitio. Antes yo era un devorador de libros. Aunque no he podido dejar la vertiente de la autoayuda; pero es como tomar una aspirina, quita el dolor momentaneamente y luego sigo igual.

     No he cambiado, pero me he quedado con más sed. Y no tengo dónde saciar mi sed. Ni ganas tengo de saciarla. Me consumo a primera hora del día y última hora de la noche, cuando no hay nada que hacer. Y me encuentro a solas conmigo mismo. Es desolador.

     No puedo decidirme a dormir, no puedo meditar ni diez minutos. Y la cosa no está tan mal. Es tan solo que yo no he cambiado. Quizá sea que no hice los ejercicios con la asiduidad que debía. Pero en realidad, pienso que mi espíritu es frágil, mi voluntad limitada. Y no tengo concentración ni inclinación a la amistad con los demás. Mis relaciones sociales son inexistentes.

     Todo ello hace que sienta que hemos perdido el tiempo.

     Lo siento mucho. No hay nada, sigo siendo el mismo. Un poco más gordo. Un poco más sedado por la medicación. Escribo rutinariamente.

     Debo dinero. Y no sé cómo ganarlo. Nunca me he valido por mí mismo. Ni siquiera cuando no estaba loco. Ahora ni estoy loco ni sano. Estoy en terreno de nadie. Voy por la calle con la mirada baja. Siguiendo a la tortuga de la que hablaba Momo. Sin embargo sé que he dejado pasar una oportunidad muy buena, extraordinaria.

     ¿Eran mis expectativas muy altas? Lo cierto es que acudí al terapeuta con la idea de una revisión cada dos o tres meses. Para ir tirando. Tal vez ni siquiera quiero sanarme. Me faltan fuerzas, decisión. No soy nadie. La nada me ha tragado, y me he convertido en mentira.

     No he despertado a nada nuevo, ni hay ninguna diferencia. Todo sigue igual. 
     (...)

- "Notas al margen"- L. Simpson.

 ¡Vaya chorrada!


viernes, 18 de octubre de 2013

lobezno

      Muy bien, yo tengo que hacer algo porque las cosas que se me ocurren no os las puedo mostrar... en vez de eso, os dejo este pequeño aporte de lobos. Para todos los que forman parte de la manada humana. O lobuna.




    Dos lobos acercaban el hocico, lamiendo a su recién nacido. El pequeño lobezno, que apenas se tenía en pié, caminaba torpemente bajo los lametazos de sus progenitores. 

     Lamer a los bebés les estimula el organismo y las defensas del recién nacido.

    La pareja de lobos adultos limpiaban a su vástago mientras le hacían levantar con sus caricias y atenciones.

     El lobo. Un animal que podía ser un día un animal admirable, no era más que una graciosa bola de pelusa que se movía bajo los pies de su madre.

    Mientras su padre se mantenía distante, tal vez olfateando posibles piezas que llevar al hogar.

     

     Me bajé la saga "Crepúsculo", pensando que era otra cosa. Y me sorprendí al ver que los jóvenes todavía sueñan con ese amor eterno. 

     ¿Quién dijo aquello de que "el amor es eterno, mientras dura"?






la cuchara

     Yo voy  un poco perdido, porque parece que las cosas no van muy bien. No tengo muy claro en qué medida puedo controlar mi vida. Me gustaría retomar  una tabla de ejercicios, que empecé y dejé ya hace algún tiempo. 

     Mientras tanto, voy escribiendo todos los días. Me gusta escribir, aunque no sé si lo que escribo sirve. Dejo este micro relato.


la cuchara


      La mujer comía despacio, poco a poco. En ocasiones la sopa caía sobre el plato, sin llegar a sus labios. ¿Quién recordaba el color de su boca? ¿Quién recordaba sus besos? Dejó caer la cuchara queda, sobre el ajado mantel. 

      Su viejo marido todavía se valía. Se acercó con un beso en la frente. Cariño, tienes que comer. Con tierno cuidado le acercó la cuchara a los labios. 

      Sí él todavía recordaba el color de sus labios. Quién fue ella, quiénes fueron. Todavía se amaban. Ella lo recordó.
 



     Es un micro aporte, espero que, por sencillo, no desmerezca vuestra aprobación. Trataré de escribiros algún otro texto como éste.

Abrazotes.


El cuento de Gabriel el leñador

      En ocasiones siento cierta vergüenza al mostrar mis escritos. Pienso que son demasiado ingénuos. Debo empezar otra vez a hacer los ejercicios de escritura creativa, que tengo pendientes. Si bien dejo aquí un adelanto para que veáis un pequeño esbozo de lo que sale del teclado cuando nos ponemos a ello. Hacía tiempo que no escribía nada. Espero que os guste y me déis vuestra opinión. Abrazos.


      En un lejano bosque encantado, vivía el pájaro pío-pío. Era un pájaro que todo lo escuchaba. Dentro del bosque tenían su hogar multitud de pájaros pío-pío. Tal vez el bosque estuviese encantado porque esta especie de pájaro vivía en todo el corazón del bosque. Tal vez fuese de otro modo. Pero eso era lo de menos... ni siquiera sé si estaba encantado o no.

     El caso es que corrían todo tipo de comentarios entre los pájaros pío-pío. Comentaban entre sí una y otra vez: «¡...que viene el leñador! ¡...que viene el leñador! Se decían unos a otros. Pensaban que el leñador vendría a cortar los árboles, donde vivían, y se alarmaban y se miraban con susto.

     En efecto, Gabriel el leñador vino al bosque, este bosque encantado, Y intentó escuchar a las pájaros pío-pío. Sin embargo no taló ni un solo arbol... Venía sin su pesada hacha, que había dejado guardada en casa. Y en su lugar traía una red que había tejido su novia.

     Esta red era muy especial, porque estaba tejida con el fino pelo de las mujeres de la población, que recogidos uno a uno, servían para fines mágicos.

     Ya vemos que el bosque, tal vez no fuera encantado, pero el pueblo seguro que era encantador. El caso es que con su red encantada Gabriel el leñador pretendía cazar al pájaro pío-pío, y entregarselo a su amada. Sin embargo, ¡Apenas llegó Gabriel, los pájaros pío-pío enmudecieron!

     Y el leñador al no haber traído el hacha, su herramienta diaria de trabajo, no pudo cazar al pájaro pío-pío. Por mucho que buscó y pese a llevar la red mágica, no pudo cazar al pájaro pío-pío.

     Si bien la magia puede tener su finalidad en los cuentos de hadas, el leñador, debe emplear la herramienta de su oficio. Si no lo hace así, ni la mayor red mágica podrá hallar al pájaro pío-pío. Vemos así que la magia estaba en el hacha dejada en casa, pues la red tejida con cabellos de mujer, no le sirvió.

     Gabriel se despide de vosotros, por el momento. Dentro de poco tiempo, sabré si Gabriel puede volver a aparecer en éste vuestro blog.

      Abrazos.

viernes, 11 de octubre de 2013

desamor y soledad

     Hace muchos, muchos años, cada año que pasa ese momento se aleja en el tiempo (y me hace más mayor)... Era el caso que yo sufría, de soledad. No se lo digais a nadie. Tendría por aquel entonces, tal vez unos 15 ó 16 años y me sentía, extraño, con dificultades para relacionarme, en muchos niveles; amigos, chicas, que en ese entonces era muy importante.

     En realidad la dificultad que tenía era con todo el mundo, en mayor o menor grado. Sin embargo, con las mujeres mi dificultad para relacionarme era mucho más, dolorosa. Sentía que nunca tendría una compañera. Tenía pocos amigos, y no tenía con quién hablar de lo que me pasaba.

     De alguna forma, a esas edades, me sentía tan mal que me hundí en la rabia y el resentimiento. Fue como si una parte de mi alma se secase. Dije que nunca tendría pareja. Me lo dije a mí mismo. Y algo en mí se secó. Mi corazón se volvió como un árbol seco. Blanco y seco como un árbol arrancado de raiz, muerto y dejado a la intemperie en el fondo de un barranco.

     No pude evitar sellar ese acuerdo. Trabajaría, sí. Con la finalidad de que si trabajaba, alguien me querría. Porque por mí mismo no podía ser querido.

     Me he pasado décadas con esa afirmación de no tener pareja. O más bien sería una negación. Tengo el no. Sin poder cambiarlo.

     La rabia me consumía

     Me encuentro ahora que despierto y me ponen una medicación nueva. Y aunque mi despertar es a ratos despierto, a ratos dormido, la medicación y el devenir de la vida sigue, como siempre, como pasando bajo un puente. Como un río fluye, el tiempo se va, y nada ha podido romper ese sello, ese decreto que firmé con el mismísimo diablo.

     ¿Cómo romper un pacto con el diablo, un pacto sellado con la sangre de mi puño y letra? Pues muy malamente. Siento que este despertar a la sexualidad, es muy abrupto. Es como pasar de 0 a 100 en un corto periodo de tiempo.

     Y lo primero es el trabajo.


     Tengo que centrarme en el trabajo. Sin embargo he de pensar en solucionar mi problema. Romper el sello que me tiene atado de pies y manos. Pero no tengo prisa. Ninguna. Me he hecho una vida tranquila. Pienso tal vez en tener una amiga. En salir, y que mi pareja sea mi mejor amiga.

     De algún modo siento que estoy enfadado por lo que me pasa, por el pasado. Y por la fijación de pensar que no puedo hacer nada, que no puedo salir de mi casa y tener amigos y una relación. Tiendo a la negación. Necesito cambiar yo. Algo que nunca creí posible.






domingo, 6 de octubre de 2013

no hay destino

   De niño sufría. Y tenía tiempo libre y mucha soledad. Tenía miedo. Ahora también tengo miedo, sobretodo de molestar.

   Cuando era niño me preguntaba muchas cosas a mí mismo. Los mayores no hablaban de esas cosas. Y yo me sentía raro. Ahora que soy mayor, he olvidado las preguntas que me hacía.

   Tan solo me queda el desasosiego de pensar que debería tener la rebeldía de cuando era niño, porque de niño yo quería ser libre.

   Claro, también quería a mamá y papá, sobre todo a mamá. Pero ellos no me comprendían. Tal vez por eso yo pensaba que un día yo sería una persona importante, y entonces me harían caso. Pero ahora soy mayor, no soy importante. Y ellos, ya no importa tanto, hay que dejarles envejecer en paz.

   La pregunta que me puedo formular ahora mismo, es si sabré salir adelante. Si podré valerme por mí mismo, ya que me he demostrado en innumerables ocasiones que no es así. ¿Cómo escapar de mi prisión?

   Tomarme la medicación es una forma de no sentir el dolor. No puedo renunciar todavía a esa protección. Pero puedo elegir qué medicación tomar. Puesto que la actual medicación está causándome grandes problemas, cosas que no puedo explicar a mi psiquiatra. Que apenas puedo explicar a mi psicóloga.

   Todos son muy bien intencionados. Sin embargo, me falta algo. Y solamente puedo otorgármelo yo. Lo único que puedo hacer es mirarme las manos, como si allí se encontrase la respuesta. Sin embargo, no sé qué hacer con ellas.

   Lo que tengo claro es que ahora mismo no necesito gran cosa. Pero no tengo siquiera las pocas cosas que necesito. Y bendigo lo que tengo, porque hay personas que no tienen ni siquiera ésto.

   Siento que mis prioridades están cambiadas. Me preocupo en demasía. Tengo miedo de que me oigan los vecinos escribir al ordenador. Cualquier sonido me parece que les va a molestar. Y eso es todos los días. Temo ser un estorbo. Temo estar aquí.

   El problema no es mi casa, ni mi barrio, ni nada que yo pueda cambiar, o mi familia pueda cambiar. El problema es mi coraje. El valor de mi corazón. Lo vendo demasiado barato. No me atrevo.

   Ahora me siento confuso en cuanto a mis prioridades. No sé qué valorar primero. Si lo pienso, lo primero es el trabajo, pero eso es dar por supuesto, ...cosas como la limpieza, el día a día, las tareas cotidianas. Se me hacen difíciles de llevar.

   Sé que podría ser de otro modo. Pero nunca se me permitió ponerme una medalla. Ganar. He sido pisoteado. Y sin embargo la competencia en mi familia fue feroz. Sigue siendolo en gran medida. Por lo menos en mi mente, se repiten viejos combates; acaparador de la atención de mis padres. Unos padres de hace ¿Una generación? ¿Cómo se miden las generaciones? Ellos no sabían.

   Sin embargo de algún modo tuvieron que hacerse las mismas preguntas, en algún momento. No creo que todo haya cambiado tanto. Pero después de todo, yo no soy una prolongación de mis padres. En última instancia. Aunque pertenezca al mismo árbol genealógico, tengo la posibilidad de florecer.

   Pero en mi familia no se me ha permitido. No puedo volver allí. No sin una respuesta.

   Quiero pensar que todo está en mis manos, pero no es así. Hay poderes más altos que yo. Tal vez sea un condicionamiento de mi pasado. Pero siento que estoy entre un límite y otro. Entre valerme por mí mismo, o dejarlo todo.

   Veo cada la derrota tan cercana, y la victoria no es tal. La victoria ni siquiera se parecía a lo que pensaba. Aunque a veces pienso mucho, no preveo las cosas.

   Vacío, duda. Y cuando me siento en la soledad, lo único que hay es ansiedad.

   Eso




martes, 1 de octubre de 2013

Pobreza psicoespiritual

     De momento es a lo que me refiero. Mi caracter es de una forma de ser que me caracterizo por el desconocimiento de mí mismo, y también de un desapego psicológico. Esto último es como una tacañería en lo emocional, una desconexión.

     Puedo hablar perfectamente y parecer sano, sin embargo este otro rasgo mío es, un desconocimiento de mis propias necesidades. Para explicarlo, contaría que un amigo que aprecio me describió como «bruto». No está tan mal. Si tenemos en cuenta que cuando íbamos al colegio yo era el raro de la clase. Parece que he ido evolucionando.

     Sí, tengo ese miedo. Conciencia de pobreza. Ese núcleo psicológico que hunde sus garras en lo más profundo de mi psique. Que sin embargo, no tiene porqué corresponderse con mi realidad más inmediata. Si bien, puede funcionar como una profecía autocumplida.

     Teniendo en cuenta que tengo una discapacidad... En una ocasión una persona me dijo que yo no iba a poder trabajar en otro sitio que no fuese mi actual puesto de trabajo. Me llamó esquizofrénico, lo cual, soy. Catatónico para más exactitud. ¿Tendría razón?

     La verdad es que nadie tiene asegurada la felicidad, ni la seguridad económica. Nadie. Ni el que haya acumulado más méritos ni el que viva al borde de la precariedad. Ni el que cuente con mayores relaciones ni el que menos. ¿Quién dice que puede estar a salvo de una enfermedad? Por ahí circula la película de «Conversaciones con Dios».

    El signo de nuestros tiempos, en los que se da esta crisis, es que no hay una garantía. Tanto podemos salir adelante, como podemos pifiarla. Simplemente eso.

     Por mi forma de ser. Y por mi discapacidad, si es que se pueden separar ambas cosas... esa incertidumbre me hace sentir al borde del pánico. Me falta seguridad económica y en consecuencia me falta seguridad en mí mismo. Cuando llega el sueldo, de veras que descanso.

     Ojalá supiese describir mejor lo de mi pobreza psicoespiritual. Prometo buscarlo en algún libro de eneagrama. Suelo poner al niño, la carátula de «Vetusta Morla». Ese niño, con su cara de desesperanza, tal vez se parezca a un pequeño cinco en el eneagrama.

     Si bien yo soy más complejo, todos somos más complejos. Pero lo de las personalidades es un poco como una aproximación. Una simple descripción general. Es un poco como la estadística. 

     «Si me cuento entre los que juegan al futbol, en consecuencia tengo posibilidad de sufrir alguna lesión deportiva». (Es un ejemplo). Es para decir que, simplemente puede que no me pase nada. Se puede jugar al futbol y no lesionarse.

     Con los tipos de personalidad es lo mismo. Un cinco o un nueve, son aproximaciones, descripciones. Que a nivel general se corresponden con la descripción de una población o grupo de personas. Pero cada persona es diferente.

     Si yo digo que tengo conciencia de pobreza, tal vez vendría acompañado de que tengo conciencia de enfermedad. ¿Soy pobre o estoy enfermo? Pues según como se mire. En principio, estoy ahí.

     Ahí lo dejo, conciencia de enfermedad no es lo mismo que enfermedad. Y conciencia de pobreza... ahora que lo pienso, !puede ser un rasgo de mi enfermedad¡
      
     Todo esto venía a cuento por mi anterior entrada en este mismo blog. Tal vez me he pasado de bruto al describir, así, de golpe, miedos que son muy personales.

     Abrazos.



¡Hay que trabajar!

     Yo de niño quería «ser trabajador», quería «ser una caña», un «fuera de serie», salirme de los parámetros establecidos. Supongo que sería para que mi madre me quisiera. Y es que entre mi madre y yo hay un rollito edípico que huele ya a rancio.

     Pues no me va y me dice el otro día, que no se podía decir, pero que yo era «especial». Joder especial. Si ella se pasó la vida trabajando, los tiempos no han cambiado tanto, y sí, el plato en la mesa siempre estuvo. Pero qué hay de conocer un poco a tus hijos... Que creo que no nos ha conocido hasta ser mayores.

     Yo no puedo continuar. Siento que molesto a mis vecinos, molestaba a mis padres y molesto a todo el mundo. Supongo que lo que me pasa es que estoy enfadado.

     ¡Hay que trabajar! Dijo CN, hace ya tantos años de eso. Sí, hay que trabajar. Pero también hay que amar. Y por extensión hay que trasladar el amor al trabajo.

     Porque claro que hay crisis. Pero no se pasa el hambre que se pasaba entonces. Disculpas, no es cierto, lo que sucede es que ahora hay una diferencia entre ricos y pobres que entonces no había. Yo he conocido lo que es vivir de niño en una clase media.

     Ahora lo que sucede es que muy difícil va ha estar la cosa para salir de la clase baja. Y disfruto de todas las comodidades que necesito... Todavía doy gracias. Pero en morirse mi madre. Me veo con una mano delante y otra detrás.

     Aclaro que trato de pedirle a mi madre lo menos posible. Pero tengo ese colchón de que mi madre vive.

     Así que yo cuando era niño quería trabajar como mi madre. En realidad era eso, a cambio de ser querido. ¿Quién me iba a querer si no pudiera trabajar?

     Con mi déficit motriz que tenía debido al parto, no sé si mi esquizofrenia tenía solución o no. Lo que sé es que en mi familia, sí se nos mantenía comidos y vestidos.

     Pero en los tiempos que estamos, las cosas no han cambiado tanto. El otro día vi a un conocido y nos pusimos a hablar. Iba con su hijo. En pocos minutos me di cuenta que su hijo le molestaba. ¿Él no quería a su hijo? Tal vez sí, pero ¿Dónde llevan los niños el manual de instrucciones?

     Sí, mucho móvil y juegos. Pero, con un abrazo tal vez dejaba de sentirse mal el niño. Que quitar un juguete tecnológico y después volver a darlo para que no moleste, es una incongruencia.

     Mira que yo no tengo hijos y me trato poco con mis sobrinos. Prácticamente no sé cómo se hace para jugar con un niño. Y eso que mis sobrinos son unos soles. Pero yo no soy un fiestas, y me cuesta jugar.

     Vale, es el caso de que tengo verdaderos problemas para tratar con la espontaneidad de los niños. Soy el típico hombre que cuando cojo a un bebé, lo hago con los brazos extendidos, porque no sé cómo cogerlo. Eso sí, fuerte, no sea que se me vaya a caer.

     Pero los tiempos no han cambiado tanto. Hay niños sobre protegidos, tanto como ignorados. Tal vez la diferencia con respecto a mis padres sea que mis padres eran trabajadores. De los que sudaban. Y no es que diga que no sea igual de difícil; pero el que trabaja todo el día en un edificio, con su aire acondicionado, tal vez sus ocho horas, una hora para comer....

     Caigo en la cuenta de que se están recortando los derechos de los trabajadores. Que la gente de a pie, es cada vez más la gente de a pie. Hay mayor diferencia entre ricos y pobres. Los ricos son más ricos, y los pobres son más pobres.

     Yo que me encuentro en los cuarenta y tal, percibo muy bien la diferencia. Antes estaba el típico rico del puro y la panza. El cochazo. Pero ahora cuando veo un descapotable, me quedo preguntándome ¿Qué habrá hecho ese para tener ese coche? Porque trabajando no se tienen coches como ese.

     Me da la impresión de que la época de ser trabajador y ganar dinero trabajando se ha terminado. Ahora se trabaja para llegar a fin de mes. Salir ya no se sale. O al menos yo ya no salgo.

     Lo cierto es que estoy agradecido por mi trabajo que puedo hacer, Pero no dejo de estar aislado. Soy un aislado. Estoy sólo. O cambia mucho la cosa, o me encuentro con serias dificultades económicas. Tengo un tremendo miedo a la pobreza. Tal vez deba pasar por ella para llegar a conocerme a mí mismo.

     ¿De verdad estoy pensando en ser pobre? ¿Para probar qué? Tal vez lo que se ha terminado es la seguridad. Vivimos en tiempos inseguros. No hay garantías de que vayamos a salir adelante.

     De veras que tego miedo de ser pobre. No me llega la camisa al cuerpo al pensarlo. Cuando se muera mi madre ¿cómo voy a vivir? ¿Qué seguridad voy a tener? ¿Quién me va a querer?

     Es más, tengo un miedo atroz a ser pobre. A perderlo todo, a vivir en el lugar donde los ojos no me «ven». Tengo una conciencia de pobreza muy aguda.